18 de marzo de 2018

La tutoría, una responsabilidad colectiva


Por Mariano Duna

La revisión de algunos lineamientos teóricos sobre la tutoría -que forman parte de bibliografía ya clásica al respecto- puede resultar  de gran ayuda a la hora de pensar las tensiones que se establecen entre diferentes cargos, roles y funciones dentro de una escuela secundaria. Estos lineamientos son independientes del modelo de tutoría adoptado por cada institución [ver artículo] y facilitan la adopción de un encuadre general que permita centrarnos en el aspecto pedagógico fundamental propio de la tutoría y en su vinculación con la tarea de autoridades, profesores, preceptores, tutores y orientadores.

La tutoría como estrategia de andamiaje

En las últimas décadas, la tutoría se ha constituido en uno de los principales dispositivos institucionales tendientes a trabajar en torno a la tensión entre cultura escolar y culturas juveniles. La tutoría tiene como objetivo principal acompañar, sostener y apoyar las trayectorias escolares múltiples y diversas de los estudiantes; contribuye a tornar significativa la experiencia escolar y potencia la relación del estudiante con el conocimiento.
Los contenidos de la tutoría son amplios y flexibles y pueden organizarse en los siguientes ejes: integración a la cultura escolar; integración al grupo de pares; autonomía creciente en el estudio; participación y protagonismo en la vida institucional; y proyecto de vida en la adolescencia y la juventud.
La acción tutorial suele manifestarse a través de un enfoque reactivo que consiste en la intervención ante situaciones emergentes; sin embargo, su desarrollo debe estar dirigido hacia un enfoque proactivo que permita la prevención y la anticipación para trabajar en la resolución de ciertas dificultades  recurrentes. En este punto, la orientación y planificación favorecidas por la coordinación del equipo de tutores resultan muy importantes.
Cabe destacar que la tarea del tutor se torna imposible si se la piensa como un “depósito de problemas”. Los directivos de cada institución deben generar condiciones de colaboración que favorezcan los logros de la acción tutorial comprendida de forma integral; dicha colaboración debe estar facilitada por mecanismos institucionales y no puede depender de los vínculos interpersonales entre docentes.

La tutoría como proyecto institucional situado

Como mencionamos, el enfoque proactivo exige una planificación que sostenga el trabajo del tutor; no obstante, es importante destacar que no existe un currículo prescripto de la tutoría y que cada proyecto debe resultar flexible, no burocrático y pensado simultáneamente para cada escuela y para cada grupo.
En este punto, debemos remarcar el rol del equipo de conducción de cada institución, responsable de gestionar el proyecto de tutoría propio de cada escuela. Para eso, se debe partir de un diagnóstico y definir objetivos, alcances y actividades, en función de la población destinataria, la cultura institucional y la concepción de la educación como un derecho.
Ahora bien, la tutoría no debe ser la única línea de mejora de la institución. Si la tutoría es la instancia en las que muchos conflictos se visibilizan, el tutor debe colocar cada conflicto en la categoría de “problema pedagógico”, dejando de lado la perspectiva que prioriza las tensiones interpersonales y favoreciendo la articulación con otras instancias escolares.
Por lo tanto, observamos que el equipo de conducción debe sostener la perspectiva institucional del proyecto, habilitando y facilitando las condiciones para que cada docente de la escuela –sea cual fuere su cargo, función o tareas- pueda ejercer adecuadamente la función tutorial inherente a la función docente.


La función tutorial

La tutoría es una responsabilidad compartida entre todos los docentes. Cada tutor articula la acción tutorial en tanto integrante de una propuesta institucional que compromete e involucra a todos los actores de la institución. Si bien se establecen –por cuestiones de incumbencia y organización- diferencias de funciones, la tarea de generar mejores condiciones para el aprendizaje escolar es una responsabilidad colectiva.
Por ejemplo, si la “integración a la cultura escolar” es uno de los ejes de la tutoría, la enseñanza de este aspecto no puede quedar limitada a los esfuerzos del tutor  sino que debe contar con la acción paralela y complementaria de preceptores –que acompañan diariamente a los alumnos y son sus referentes inmediatos en caso de requerir orientación o fortalecimiento de hábitos- y profesores –que deben contribuir al desarrollo del oficio del alumno de acuerdo a características propias exigidas por sus materias-.

Algunas reflexiones

Si –de forma resumida y simplificada- el rol de los profesores está basado en la conducción de los procesos de enseñanza y aprendizaje y los preceptores son responsables de cuestiones administrativas y de convivencia, notamos que la especificidad de los tutores (a secas, como propone el modelo de tutoría adoptado desde 2011 en el CNBA) presenta una serie de particularidades. Por un lado, a la luz de la experiencia de los últimos años, podemos afirmar que su rol está en proceso de arraigarse y reconocerse de forma definitiva en la tradición escolar del CNBA. Por el otro, acaso por esta razón, los modelos de tutoría en los que el tutor es un profesor del curso o en los que cada división cuenta con un preceptor-tutor podrían no resultar tan conflictivos: cuando el tutor se apoya desde uno u otro rol (de profesor o de preceptor), su actividad pivotea sobre la especificidad respectiva y es más difícil que el profesor-tutor o el preceptor- tutor sea corrido de su eje.
Lo cierto es que el tutor a secas, al menos por la experiencia transitada, por momentos parece ser una ficha que puede sacarse y ponerse en cualquier lugar, y cuya función puede ser objeto de disputa permanente. Esta situación se agrava si no existe un proyecto de tutoría definido y promovido claramente por el equipo de gestión de la institución. En el caso del CNBA, además, el proyecto necesariamente debería proponer una articulación más eficaz entre la Dirección de Orientación al Estudiante y el Departamento de Alumnos.
Hasta qué punto estas características representan un problema es relativo. Las relaciones laborales requieren ciertas definiciones precisas que son contrarias al rol “en permanente construcción” de la tutoría. Los tutores deberían poder desarrollar su tarea en un contexto de experimentación –no de improvisación- durante un período de tiempo razonable. De esta forma, podrían articular la “función tutorial” de todos los integrantes de la comunidad educativa, aunque sólo si predomina en todos los actores –sobre todo en el equipo de conducción- una perspectiva pedagógica que interpele simultáneamente a cada docente como trabajador y, sobre todo, como educador.

Bibliografía

- Satulovsky, Silvia y Theuler, Silvina, Tutorías: un modelo para armar y desarmar, Buenos Aires, Noveduc, 2012.

- Viel, Patricia, Gestión de la tutoría escolar, Buenos Aires, Noveduc, 2012.

- Viel, Patricia, “Tutoría”, en Azar, Gabriela (dir), Nueva Escuela Secundaria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Diseño Curricular, Buenos Aires, Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2013.

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