Por Claudio Acuña y
Mariano Duna
A
modo de introducción
En los últimos años, los
espacios de tutoría se han constituido en un factor de importancia dentro de
las estrategias institucionales desarrolladas en las escuelas medias para
fortalecer los procesos de enseñanza y aprendizaje, promover la permanencia y
egreso de los estudiantes, intervenir en la resolución de problemas –tanto a
nivel individual como grupal-, y mediar en la relación entre padres, alumnos y
la institución, entre otras funciones. El CNBA no constituye una excepción: más
allá de sostener la excelencia académica como uno de sus mitos fundantes
reconocido socialmente a través del tiempo, el Colegio no se mantiene indemne a
un clima de época que interpela a todos los actores de la comunidad educativa
con vistas a revisar el Proyecto Educativo Institucional y diseñar nuevas
formas de intervención.
En este contexto, el actual Rector puso
en marcha en su primera gestión las Tutorías
Académicas, con la intención de que cada curso contara con un espacio
regular de encuentro junto a su tutor, entre otros objetivos. A lo largo de
estos años el proyecto fue sufriendo diferentes modificaciones con el objetivo
de mejorarse. No obstante, entendemos que el mismo debe ser repensado en el
marco de una reforma en curso que implique una reformulación integral de la DOE
(Dirección de Orientación al Estudiante).
El objetivo de este artículo es realizar aportes en esa dirección.
Para esto, abordaremos las
características principales de tres modelos de tutorías que existen actualmente
en colegios secundarios dependientes de la UBA.
Modelos
diferentes para un mismo fin
Si bien el Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA),
la Escuela Superior de Comerio Carlos Pellegrini (ESCCP) y el Instituto Libre
de Segunda Enseñanza (ILSE) son instituciones que tienen en común el hecho de seleccionar a sus alumnos mediante un curso de
ingreso y de plantear pautas de promoción
distintas a las que rigen en otras escuelas, con respecto a las tutorías nos
encontramos con tres modelos diferentes que implican formas diversas y
complementarias de intervención. Estos modelos son:
a) Modelo preceptor-
tutor
El ILSE es un colegio privado bajo la supervisión académica de la UBA,
en el marco de lo habilitado por el Artículo 18 del Estatuto Universitario. Su
autoridad máxima es el Consejo Superior del ILSE, órgano integrado por
representantes de facultades de la UBA. El modelo de tutoría que allí se
desarrolla es el de “preceptor- tutor”. La figura del preceptor– tutor tiene
como objetivo el acompañamiento pedagógico de los alumnos, además de impulsar el
tratamiento de temas de interés y cultura general dentro de las aulas.
Cada preceptor-tutor está a
cargo de un curso o, a lo sumo, de dos. Esto facilita las tareas
administrativas propias del rol del preceptor y potencia el seguimiento y el
conocimiento que este docente tiene de cada uno de sus alumnos.
Las tutorías en sí se
desarrollan bajo el formato de “horas disponibles”: ante la ausencia de un
profesor, las actividades de tutoría reemplazan la “hora libre”. En caso de no
producirse dichas ausencias, se acuerda con los docentes para que cedan una de
sus horas de clase para la tutoría. El equipo de
preceptores-tutores se encuentra coordinado por el Jefe y Subjefe de
Preceptores y trabaja junto al Departamento de Orientación, encargado de la
elaboración del Proyecto Tutorial y, especialmente para quinto y sexto año, del
“Programa Integral de Orientación Vocacional y Laboral”. Durante los meses de
diciembre y febrero, este Departamento realiza capacitaciones para todos los
preceptores-tutores.
Podemos
señalar que el doble rol de preceptor-tutor tiene como ventaja jerarquizar la función del preceptor al asignarle
formalmente las acciones de acompañamiento y referencia que la gran mayoría de
los preceptores desarrollan de todas formas. Asimismo, desde el punto de vista
de la gestión institucional, un cargo de este tipo vuelve posible el ideal de
contar con preceptores y con tutores con uno o pocos grupos a cargo, de manera
tal que el trabajo con cada uno de los alumnos –y no sólo con aquellos que
presentan problemáticas emergentes- se vea facilitado y potenciado.
Desde ya,
la adopción de un modelo como éste requiere de una fuerte planificación
institucional que asegure la capacitación de los preceptores que se encuentran
desarrollando sus tareas. En este sentido, una desventaja es un posible contrapunto entre el rol disciplinador tradicionalmente asignado al preceptor y la función de acercamiento propia de la tutoría.
b) Modelo profesor–
tutor
La ESCCP
es la escuela media dependiente de la UBA que otorga el título secundario
de Perito Mercantil. En esta
institución el Departamento de Orientación al Estudiante (DOE) desarrolla una
serie de tareas y objetivos que se proponen acompañar los procesos de
aprendizaje significativos, valorando la importancia de la comunicación y el
cuidado individual y grupal, además del seguimiento de los vínculos entre sí y
con el resto de la comunidad educativa. El Departamento –que funciona desde
1988- está formado por un Equipo de Psicólogos y un Equipo de Tutores que cuenta
con dos Coordinaciones, una para primero y segundo año y otra para tercero,
cuarto y quinto año. En total hay 75 tutores para los tres turnos (mañana,
tarde y vespertino). En este modelo uno
de los profesores de cada una de estas divisiones es el encargado de llevar
adelante la tutoría; la misma consta de tres horas semanales, las cuales se distribuyen se la siguiente
manera: 1 hora cátedra frente a curso, 1 hora de presencia en el colegio
destinada a la atención de padres y una hora para tareas de planificación. En
cada año se abordan distintas problemáticas, se realizan reuniones y talleres con
profesores, tutores y preceptores, se llevan a cabo entrevistas individuales y
grupales, se organizan paneles y actividades informativas sobre carreras universitarias
y se diseña y organiza la recepción a los alumnos y padres de 1er año y la
despedida a los alumnos de 5to año. Por
último, ante situaciones tanto individuales como grupales los tutores acuerdan
estrategias de intervención para implementar a través de las distintas redes
institucionales.
La ventaja de este modelo de profesor-tutor
es que permite conocer mejor al grupo en un plano específico –el propio de cada
asignatura-, lo que posibilita observar directamente los procesos de enseñanza
y aprendizaje. Sin embargo, como desventaja
podemos señalar la falta de tiempo rentado necesario para llegar a conocer a
los alumnos individualmente en profundidad, o para atender casos que requieran
una atención específica.
c) Modelo tutor
Desde 2011, se desarrolla
en el CNBA un modelo de tutoría según el cual el tutor se desempeña exclusivamente
como “tutor” (sin ser preceptor ni profesor del curso) de todas las divisiones
de un año determinado, por turno. Su inserción institucional es la siguiente:
bajo la Dirección de Orientación al Estudiante (DOE) se encuentran el
Departamento de Orientación, el Departamento de Programas Especiales y el Departamento
de Tutorías. Desde ya, se establecen entre las tres dependencias vínculos
diversos de acuerdo a las necesidades y a la naturaleza siempre diversa de cada
uno de los roles involucrados.
En primer y segundo año la
tutoría cuenta con una hora semanal asignada de forma fija en el horario, si
bien no se trata de un espacio curricular acreditable. A partir de tercero, la
tutoría frente a grupo se realiza mediante un cronograma de horas cedidas de
acuerdo a una grilla confeccionada por la Coordinación de Tutorías y refrendada
por el Rector.
Los contenidos a
desarrollar en primer año se relacionan con la adaptación al nivel medio, la
integración del curso, el conocimiento de las pautas y espacios escolares y la
organización del estudio, entre otros. Aspectos vinculados con los consumos
problemáticos, la sexualidad, la participación política, la violencia
institucional, entre otros, no tardan en surgir y son abordados a partir de
diferentes estrategias. En tercer año se trabajan otro tipo de problemáticas
vinculadas a tensiones, cuestionamientos e impugnaciones a la familia, al
Colegio y sus reglas; por último en cuarto y quinto se plantean cuestiones
relacionadas al futuro, orientación vocacional y el fin del paso por la
institución.
Este modelo presenta la ventaja de permitirle al tutor colocarse en una posición en cierto
punto equidistante entre los alumnos, los profesores y la institución y, desde
ese lugar, poder ejercer el rol articulando diferentes puntos de vista. Como desventaja, debido a la cantidad de
cursos a cargo, muchas veces se produce una aproximación superficial a la
problemática de los alumnos. A su vez, dada la asignación exclusiva a la
función tutorial, recaen sobre los tutores muchas representaciones a cargo de
otros actores institucionales, que van desde pensar que el tutor “no sirve para
nada” a asignarles todo tipo de tareas.
Algunas claves para un modelo situado y en construcción
Creemos que estos modelos
de Tutoría –en los que lo académico ocupa un lugar importante, pero no único- no
se contraponen. Es importante que el
proyecto de tutoría sea pensado como parte de un proyecto integral vinculado a
la DOE y a otras dependencias (Departamento de Alumnos, Departamentos Académicos,
Vicerrectorías) y, a la vez, como un proyecto que reconozca la singularidad de la
institución y de cada grupo. Un proyecto
situado[1]
de tutorías que debe ser también flexible
y no burocrático y que debe tener en cuenta un espacio para la propuestas
de alumnos y de padres; sobre todo, debe tener la capacidad para asumir lo imprevisto, fundamentalmente en aquellos
casos en los que la necesidad de intervención entre en tensión con lo dispuesto
por la normativa escrita o las tradiciones de cada escuela.
Por último -y a modo de
cierre-, entendemos que cada proyecto debe presuponer la elaboración de
objetivos y metas, de criterios y orientaciones, que necesitan de una
planificación y de posteriores evaluaciones. Como hemos visto a lo largo de
este texto, no se puede inferir de estas
experiencias que haya un modelo que prevalezca sobre otro; muy por el
contrario: creemos que sería equivocado sostener recetas o modelos únicos, sino
que se debe fomentar la creatividad en la elaboración de cada proyecto. Solo de
esta forma nos acercaremos a cumplir con la función –esta vez sí común a todos
los modelos- de acompañar, sostener y apoyar las trayectorias escolares
múltiples y diversas[2] de los
estudiantes.
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