2 de noviembre de 2017

Las formas de la reforma

Por Mariano Duna

La intención de comenzar un proceso de modificación del plan de estudios del CNBA fue formulada por el Rector Gustavo Zorzoli en los dos proyectos de gestión institucional para la rectoría que elaboró y por los que fue nombrado en el cargo por el Consejo Superior de la UBA hacia finales de 2010 y 2014.
En el segundo proyecto, Zorzoli define algunos ejes considerados fundamentales para el nuevo diseño:

a)     la adopción de criterios alternativos de promoción (por materia y no por año, por ejemplo);
b)    el dictado cuatrimestral de algunas asignaturas;
c)     la posibilidad de que haya una oferta de espacios curriculares electivos;
d)    la organización de aulas por materia.

En los dos proyectos, Zorzoli explicita quiénes  deben ser los principales impulsores de este proceso de reforma:

Con respecto al plan de estudios vigente se encomendará, según corresponda, al CER y al Consejo Académico (el que será constituido en lo inmediato), las tareas de delinear, coordinar y proponer a mediano plazo una reforma consensuada del currículo del colegio” (Proyecto 2011-2014).

Con respecto al plan de estudios vigente se encomendará al Consejo Académico y al CER las tareas de coordinar y proponer a mediano plazo una reforma consensuada del currículo del Colegio. Primero será el Consejo Académico quien tenga a cargo la responsabilidad de delinear dicha reforma, pues así lo establece el Artículo N° 41 del Reglamento General. Este trabajo demandará la participación de toda la comunidad: docentes, alumnos, no docentes, familias, autoridades y especialistas, y probablemente muchas jornadas de reflexión, discusión y búsqueda de consensos. La experiencia muestra que esto es posible, ya que el CER pudo acordar una reforma integral del currículo de sexto año hace poco más de dos años. Si bien la envergadura del nuevo desafío es mayúscula, es tiempo de abordarla. Más allá de las discusiones sobre qué materias, qué contenidos, qué tipo de evaluación, cuántas horas de clases debería asignárseles a cada asignatura en un nuevo plan de estudios -cuestiones que seguramente serán parte de la discusión-, la reforma debería plantearse sobre la base de tres ejes: la gradualidad, la anualidad y la obligatoriedad (Proyecto 2015-2018).

Por último, en su Carta del 7 de octubre de 2016, Zorzoli anuncia que

iniciamos una nueva etapa, presagiada en el Proyecto Pedagógico que presenté cuanto fui reelecto Rector en 2014: empezaremos a discutir nuestro actual plan de estudios.
Primero intramuros. Un emprendimiento que promete encuentros y desencuentros, pero que pone en el foco nuestra historia, prestigio y responsabilidad en la formación de futuros cuadros científicos, artísticos y políticos.
Creo honestamente que estamos a la altura de este desafío.

            Ahora bien, la particularidad que ha presentado este proceso es que, más allá de los roles asignados al CER y al Consejo Académico por el propio Zorzoli -basándose en el Reglamento General de los Establecimientos de Enseñanza Secundaria dependientes de la UBA- fue el Claustro de Estudiantes el que encabezó la elaboración de una propuesta concreta de reforma del plan de estudios. 
            Podemos hacer muchas lecturas al respecto.
            En primer lugar, es imprescindible destacar el loable compromiso de los estudiantes del CNBA, quienes de forma colectiva y democrática invierten horas de trabajo intelectual para leer, escribir, reunirse con especialistas, investigar, debatir... Esta actitud debe enorgullecer a todos los integrantes de la comunidad educativa del CNBA.
            En segundo lugar, llama la atención el rol cuanto menos pasivo del claustro docente, que podría explicarse por muchos factores (falta de tiempo para encarar una tarea como la planteada, ausencia de convocatorias, necesidad de sumar horas de clase ante los bajos salarios, desarrollo constante de una fuerte lucha gremial para mejorar las condiciones de trabajo, entre otros).
            En tercer lugar, podríamos preguntarnos por qué el Rector Zorzoli, habiendo puesto en agenda -creo yo que de forma muy atinada- la necesidad de iniciar un proceso de reforma del plan de estudios, no encaró él mismo la formulación de un documento concreto al respecto, o bien por qué no encomendó dicha tarea al Consejo Académico.

            El primer documento mencionado en la Fundamentación del Proyecto de Actualización (versión 21.0) elaborado por el Claustro de Estudiantes es, precisamente, el “Proyecto de Gestión Institucional del Rector Gustavo Zorzoli”.
De ninguna manera pretendo subestimar a los estudiantes ni agraviar la tarea que están realizando sugiriendo que su propuesta es, en realidad, la del Rector; por el contrario, los hechos me llevan a considerar lo siguiente: si los principales ejes considerados importantes por Zorzoli para la Reforma fueron bien recibidos por los alumnos, ¿por qué el Rector se expondría a la derrota política de que el Claustro Docente rechazara un proyecto por él presentado? En definitiva, la construcción de consensos entre el Rector y dicho claustro ha sido siempre compleja y ninguna lista “oficialista” pudo ganar las elecciones de representantes docentes ante el CER durante sus dos mandatos, por caso.
El propio Zorzoli nos daba una pista sobre esto en su primer Proyecto de Rectoría:

todo cambio o al menos transformación del plan de estudios trae consecuencias directas sobre la estabilidad laboral de los docentes, pero si bien es cierto que el derecho a enseñar de los docentes está plasmado en nuestra constitución nacional no es menos cierto que el derecho a aprender de los estudiantes tiene y debe tener el mismo vigor que el primero. Por eso cualquier emprendimiento en este sentido requerirá esfuerzos de todos los sectores, tiempo para proponer, analizar, discutir y consensuar proyectos. Por lo tanto parece pertinente solo mostrar voluntad política para llevar adelante un cambio curricular y no plasmar propuestas que muy posiblemente caigan en saco roto. De todos modos, no puede ser otro que el Consejo Académico, aún hoy no constituido, quien tenga a cargo la responsabilidad de coordinar y proponer dicha reforma, pues así lo establece el Artículo 41 del Reglamento General, previa aprobación por parte del Consejo de Escuela Resolutivo que tiene de acuerdo con el Artículo 33 del mismo reglamento como atribución elaborar los lineamientos del proyecto pedagógico institucional. Es justamente el Consejo de Escuela Resolutivo, como órgano responsable, el espacio privilegiado donde el Rectorado y los miembros de la comunidad educativa encontrarán un espacio para la elaboración de estos lineamientos.

Tiendo a pensar que, con respecto a este proceso, los docentes hemos sido irresponsables y negligentes. Hemos permitido poner el carro delante del caballo: empezamos a discutir la elaboración de un proyecto en concreto, sin antes explicitar el diagnóstico de la situación (una proyecto de esta magnitud no debe surgir solamente de una “disconformidad colectiva”), el marco legal concreto que tenga en cuenta la particular condición que tienen las escuelas medias universitarias (la condición de alumno libre por materias, por ejemplo, entra en tensión con más de una ley), el proyecto institucional, el perfil del egresado, etcétera. Esas tareas deben hacerse.
Y además hay otras cosas por hacer. El Rector ha venido formulando algunas cuestiones sobre las que debemos adoptar una postura: promoción por materia o por año; dictado cuatrimestral de algunas materias; tramo de materias electivas; modificación de la organización del espacio.
Me permito, por último, algunos comentarios personales vinculados con estos ejes. Creo que sería conveniente encarar cambios al interior de los Departamentos, reformulando contenidos, metodologías de enseñanza y, sobre todo, formas de evaluación; para esto tendría en cuenta criterios interdisciplinarios que favorezcan el trabajo entre Departamentos afines. Estos cambios potenciarían los procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje, sin necesidad de realizar modificaciones estructurales más amplias que serían difíciles de consensuar en su totalidad. Una vez visibles estos cambios, otros de mayor envergadura asomarán con claridad en el horizonte de lo posible.
            Con respecto a la posibilidad de elegir materias, creo que ya se hace eso cuando se opta por asistir a una escuela media universitaria y, dentro de esa oferta, se escoge una institución que ofrece el título de Bachiller. Creo también que la modificación de Sexto Año ha potenciado ese título y también la posibilidad de elegir.
En tercer lugar, es imprescindible atender las trayectorias escolares múltiples y diversas de todos los alumnos, pero este criterio puede adoptarse sobre una estructura común. Para que eso sea posible resulta  ineludible una redefinición de los roles asignados a preceptores, tutores, ayudantes, profesores y autoridades. Creo que el mismo enfoque debe aplicarse para considerar un proyecto como el de organización de aulas por materias.
Por último, no dejaría de mencionar el ingreso a esta institución. El principio de igualdad entra en tensión con el de selección meritocrática. Es un tema mucho más complejo que excede los límites de esta discusión; en todo caso, propongo que pensemos el Curso de Ingreso como un año introductorio de preparación para primer año y no como un período en el que se realizan pruebas y se acumula puntaje; es decir, que lo consideremos como un ciclo que priorice la formación por sobre la selección.


Toda pedagogía es política, pero no toda política es pedagógica. No me propongo cuestionar cómo llegamos a este punto en la discusión sobre la Reforma del plan de estudios, pero sí les pido a los estudiantes que comprendan que los plazos y las modalidades de funcionamiento de nuestros claustros son distintas; también quiero pedirles a todos los integrantes del Claustro Docente que asumamos el desafío de encarar de forma pedagógica este proceso, superando la desconfianza que nos generaron algunas actitudes adoptadas por las autoridades pero conservando el espíritu crítico y nuestras convicciones ideológicas y profesionales.

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